23/02/2009

EL TRÁNSITO

Elías León Siminiani dirige 'El tránsito', cuarto capítulo de una serie de cortometrajes bajo un mismo marco formal que titula “Conceptos clave del mundo moderno”. Esta colección que comenzó hace ya 12 años y al que se adscriben “La oficina”, “El permiso”, “Digital”, y por último, “El tránsito”, es una reflexión personal sobre algunos aspectos del mundo en el que vivimos, que de alguna manera nos condicionan. Son pequeños ensayos, de ahí que siempre vayan acompañados de la palabra.

En este último trabajo Siminiani pone su mirada en el desplazamiento en la hora punta del ciudadano moderno, a lo que denomina “transito”, casi como parte de un complot para aumentar el rendimiento de una sociedad que vive exclusivamente para producir y continuar produciendo.

El humor, la ironía, no sólo en la palabra, también del texto contra la imagen, ayudan a este director a dejar claro que no pretende hablar de verdades absolutas, sino de una visión personal, de cómo le afectan a él estos hábitos de la vida moderna. Pero, tras observar esos pequeños detalles en los que apenas reparamos en nuestra vida cotidiana, uno ve en esta reflexión un reflejo personal y dice “ostras, es verdad”.

2 comentarios:

Pol dijo...

Ostras, pues es verdad.

Pues estaría bien ver los 4 cortometrajes de la colección, no? No se si la gente los querrá ver.. o si Efrén los tendrá...

Bueno, comentaré algo de El Tránsito. Creo que trata la despersonalización moderna y que a pesar de ser un tema muy recurrido (ya se trató en Tiempos Modernos de Chaplin, ninguna más antigua que recuerde ahora) la ironía, el humor, el ritmo y el estilo de Elías León Siminiani captan el interés ya desde la introducción.

También creo que el cortometraje atrae (como he dicho antes, es mi favorito) por la sencillez con la que trata los temas, a la vez que por su proximidad con la vida real.
Por ejemplo, me resultó bastante cercano que hablara de la falta de conversación con desconocidos en trenes, puesto que en Barcelona yo cada día estaba hora y media en ferrocarriles y veía reflejada esa sensación. Allí se echa en falta la calidez humana (eso no ocurre en Pamplona, o no tanto), y hablar con un desconocido durante más de 15 segundos se ve como una excentricidad (y a los que lo hacen se les tilda de pesados e incluso de locos). Estoy generalizando, pero en el metro y ferrocarriles de Barcelona lo más común es desconectarse completamente.

De todos modos, no creo que sea tema exclusivo de grandes ciudades, ni que en todas ellas ocurra. Por ejemplo, según mi experiencia entablar conversación con cualquiera en Los Ángeles es algo bastante común.

Fernando Asensio dijo...

Por lo que decís, tiene buena pinta. Habrá que ver...
Por lo que ha dicho Pol, a mí también me recuerda a los tipicos momentos muertos en un ascensor: cuando no hay nada que decir, y todo son miradas al vacío.